SEGUNDO PERÍODO- EXPOSICIÓN 2- 2025: FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA
GRADO 10- EXPOSICIÓN 2-2025-PERIODO 2
CONTINUACIÓN PRESOCRÁTICOS NATURALISTAS 2
3. ESCUELA ELEÁTICA.
Tuvo su centro en la ciudad de Elea, en la magna Grecia. Los filósofos de
esta escuela, identificando el orden ideal con el real, afirmaron que el ser es
y tiene que ser uno e inmutable. La multiplicidad de las cosas y los cambios de
las mismas son engaños de los sentidos.
Esta escuela supone un avance sobre el pensamiento anterior al preguntarse, no por el primer principio de las cosas, sino por el modo de ser de la realidad y su devenir. La filosofía, en esta escuela se vuelve más metafísica. La componen los siguientes pensadores:
A. Parménides. (540–470 A. C.)
En el poema “Sobre la
naturaleza”, el cual está dividido en dos partes, dedicadas a las dos vías por
las cuales, cree, puede dirigirse el pensamiento: la de la verdad y la de la
opinión, la de la realidad y la de la ilusión, la del ser y la del no-ser,
descubiertas y seguidas, respectivamente, por la razón y por los sentidos.
Plantea que lo único
cierto y verdadero es el ser, dice: “se ha de pensar y decir siempre que sólo
el ser es, porque es ser; en cambio la nada no es”. Con esto plantea que no hay
devenir, es decir movimiento. El movimiento no existe, sino que es un engaño de
los sentidos. Lo único que existe es el ser, único, inmóvil y eterno.
En otras palabras, se puede decir que su
reflexión gira entorno al ser, según él, “el ser es” y “el no ser no es”. Ser y
no ser, en el contexto del razonamiento de Parménides, son tomados en su
significado más integro y unívoco: el ser es la pura positividad y el no ser,
la pura negatividad, siendo cada elemento absolutamente contradictorio el uno
con el otro. En su poema sobre el ser, Parménides pone su doctrina en los
labios de una diosa (que simboliza sin duda la verdad que se descubre), que
parece indicar tres caminos:
-Uno, el de la verdad
absoluta, lo que es, es imposible que no sea, lo que no es, es necesario que no
sea.
- Dos, el de las
opiniones falaces, es decir, el de la falsedad y el error, el camino de la
verdad es el camino de la razón y el camino del error es sustancialmente el
camino de los sentidos, los sentidos parecerían dar testimonio del no ser.
-Tres, el camino de la opinión plausible, que es el de las apariencias de las cosas.
B. Zenón de Elea. (495 – A. C.)
Discípulo de Parmenides, sostuvo la inmutabilidad y unicidad del ser. El
movimiento, para Zenón, solo existía en el mundo ilusorio de los sentidos. Para
demostrar este principio se valía de ingeniosas paradojas y aporías, como
A. Heráclito. (544 –484)
Investiga el principio
constitutivo y fundamento duradero de todo lo existente, y llega a interpretar
de una manera nueva la realidad de la existencia. Para él, el ser estático,
como lo planteaba Parménides, es sólo apariencia. Lo permanente tras tal
apariencia es el devenir. La verdadera realidad de la existencia es la continua
transformación de las cosas, el perpetuo fluir.
Enfáticamente afirma la
continua movilidad de las cosas: todo corre, todo fluye, “nadie puede bañarse
dos veces en el mismo río “. Cuanto existe, constantemente se transforma, y por
el mismo hecho deja de existir. El agua cambia continuamente, e incluso uno
mismo. Se puede decir que la esencia de las cosas es el de venir, el cambio. De
aquí que las cosas sean y no sean al mismo tiempo.
Interpreta Heráclito el
devenir como una continua coincidencia de los opuestos, como un punto de
convergencia de momentos antitéticos. El universo aparece en constante
transformación, la cual se realiza por un incesante pasar de un contrario a
otro, del ser al no-ser, del día a la noche, del frio al calor, de la salud a
la enfermedad, etc.
Por eso para Heráclito,
la sustancia primordial es el fuego, uno de los cuatro elementos, el más útil e
inestable de todos y por lo mismo, el que mejor se presta para simbolizar la
realidad del devenir. Un fuego vivo, eterno e inextinguible es el principió y
el fin de las cosas: “Ningún ser humano, ni divino ha hecho este mundo, si no
que siempre fue, es y será eternamente fuego que se enciende según medida y
según medida se apaga”.
Al no haber nada
permanente, no existe un ser inmutable por encima de las contingencias; lo
único es el “nous” (la razón), pero su objeto, el conocimiento, resulta
imposible por la impermanencia de lo real como todo constantemente está
cambiando, el conocimiento se hace casi imposible.
Estudia el devenir de las cosas, esto es: el paso de lo que las cosas son a lo que no son y viceversa, es decir, el cambio o movimiento. El logos unifica y da proporción a las cosas (medida, cálculo). Fuera de él todo está en constante cambio, todo es devenir, es la lucha de contrarios, todo vive por destrucción, la guerra es la madre de todas las cosas. Todo cambia dentro de una armonía presidida por el logos. Por tanto, el logos que invoca Heráclito, es aquello según lo cual suceden todas las cosas: “Sino es a mí, sino al logos al que escucháis, es de sabio reconocer que todo es uno”. Para ilustrar el devenir se recuerda la famosa frase de Heráclito: “Uno no se puede bañar dos veces en el mismo río”; pues todo corre, nada permanece, ya que el devenir está hecho de la perpetua metamorfosis de las sustancias que se corrompen y se reforman.
4. ESCUELA ATOMISTA.
El último intento de
solucionar los problemas planteados por el eleatismo, sin abandonar el ámbito
de la filosofía de
A. Anaxágoras (500–428) Continua el intento de solucionar la gran dificultad provocada por la filosofía de los eleáticos. Se declara totalmente de acuerdo con la imposibilidad de que exista el no ser y que, por lo tanto, nacer y morir constituye acontecimientos reales. Estas cosas que son y que al componerse y descomponerse dan origen al nacer y al morir de todas las cosas, no pueden ser únicamente las cuatro raíces de Empédocles: agua, aire, tierra y fuego. Las semillas o elementos de los que proceden las cosas, deben ser tantas como las innumerables cantidades de las cosas. Estas semillas son pues lo originario y cualitativo. Estos muchos originarios son en definitiva cada una de las cosas. Por tanto, el universo está compuesto de incontables partículas indivisibles a modo de semillas, guiadas por una Inteligencia ordenadora, que él llama el nous.
B. Demócrito (460–370 A. C.) y Leucipo (450-?)
Demócrito fue discípulo de Leucipo, fundador de la escuela atomista. Es el mayor representante de dicha escuela. En lo fundamental las doctrinas coinciden en ambos pensadores.
Las intuiciones de sus antecesores inmediatos en materia corpuscular se concretan ahora en la teoría de los átomos. La materia está formada por átomos idénticos, de cuya agregación resultan las cosas concretas. Los átomos más sutiles dan lugar a cuerpos de progresiva sutileza, hasta llegar a los mismos dioses. Los átomos se mueven de distinta forma, lo que explica la multiplicidad de las cosas que de ellos resultan.
Para los atomistas, toda la realidad está conformada por unidades o partículas pequeñísimas e indivisibles: átomos. El número de átomos es infinito. Son impenetrables, indestructibles, eternos, pesados y todos de la misma naturaleza. Sin embargo, se dan entre ellos una infinita variedad de formas externas y de magnitud.
Es importante aclarar que la visión atomista de estos pensadores no tiene nada que ver con la concepción científica de tipo moderno, que sigue una concepción heredada de la observación experimental. Sus principios son puramente especulativos, y le colocan a los átomos todo lo que los eleatas habían atribuido al ser. El ser como lleno y el no ser como vacío, son los principios constitutivos de las cosas, el movimiento es impensable sin el vacío; en el mundo vacío hay partículas indivisibles, libres, que son los átomos, tiene magnitud y forma, no poseen cualidad a excepción de la existencia. Lo lleno está formado por átomos cualitativamente iguales, cuantitativamente diferentes.
5. ESCUELA ECLÉTICA
Su principal representante es:
Empédocles (483–422 A. C.)
Para Empédocles son cuatro y no uno, los elementos constitutivos del mundo. Esos cuatro elementos simples a los que considera el filósofo como las raíces de todas las cosas son: fuego, aire, agua y tierra, elementos en los que se da la doble oposición de seco y húmedo, frío y caliente.
Lo existente se produce a base de una combinación entre los cuatro elementos citados, determinada por la influencia de una fuerza espiritual: el amor o el odio, símbolos de las fuerzas naturales de atracción y repulsión.
La formación del mundo sigue un proceso
cíclico regular configurado en cuatro grandes etapas. Primero dominar el amor:
todo es unidad. Seguidamente, el odio introduce la contienda y aparece la
multiplicidad. Es la etapa en la que se encuentra nuestro mundo. En el tercer
período domina el odio: todo es diversidad. Pero, finalmente, irrumpe con
fuerza el amor y triunfa plenamente, volviendo el cosmos a su primitiva unidad
y armonía. El antagonismo entre amor y odio hace pasar a los elementos por
cuatro fases sucesivas:
1. De completa
desunión, cuando el odio triunfa sobre el amor
2. De unión creciente,
por la atracción que ejerce el amor sobre las partículas o átomos,
primitivamente desunidas.
3. De unión completa,
por la victoria total del amor sobre el odio.
4. De unión menguante, que termina con el retorno a la primera fase
Consideraba que existe un cambio continúo originado por cuatro causas inmutables, que son el origen de todo: tierra, agua, fuego y aire. Distingue materia y fuerza, además, considera que existen dos principios de movimiento: amor y odio, que por necesidad están en constante lucha.
BIBLIOGRAFÍA
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filosófico y científico”. III tomos. Editorial Herder S.A., Barcelona, 1988
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Ferrater Mora, José. “Diccionario de
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Onfray, Michel. “Las sabidurías de la
antigüedad”. Editorial Anagrama. Colección Argumentos. Barcelona, 2007
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García –Borrón, Juan Carlos. “Historia de la
filosofía”. La antigüedad. Ediciones del Serbel, Barcelona, 1998
-
Atlas Universal de filosofía. Manual didáctico
de autores, textos, escuelas y conceptos filosóficos. Editorial Océano.
Barcelona, 2005
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